De mi abuelita Ana Maria

Querido nieto:

Desde el momento en que supe que llegarías a nuestras vidas, te amé con todo mi corazón. Fue una tormenta de emociones, como aquella vez en que me enteré de que sería mamá por primera vez. Son sentimientos que no se pueden explicar con palabras… simplemente, te amé y te amaré por siempre, hasta mi último aliento.

Ver tu sonrisa iluminaba mi mundo. Fuiste el regalo más hermoso que la vida me dio. No eras mío, pero así te sentí desde el primer instante. Te amé desde que te vi, y ese amor solo creció con el tiempo.

Te vi crecer entre travesuras y gestos tiernos. Fuiste ese pequeño soldado fuerte que se ponía su mochilita para marchar al colegio con valentía. Luego entraste a la primaria, y todo te sorprendía, pero nunca perdiste esa sonrisa: siempre tan valiente, tan curioso, tan lleno de vida.

Fuiste compañero inseparable de mi nieta, amiguito fiel de tu hermano. Compartimos tanto tú y yo… quizás no lo notaste, pero siempre estuve ahí cuando podía, viéndote crecer con orgullo y amor. Me dolía cuando la distancia se interponía, pero pensaba que era parte del proceso, que estaban aprendiendo a vivir y a madurar.

Nunca imaginé que el tiempo que nos darían juntos sería tan corto. Si lo hubiera sabido, me habría esforzado aún más por no perder ni un minuto a tu lado. Te fuiste como lo que siempre fuiste: un guerrero, un soldado fuerte, un héroe. Siempre amado, siempre querido. Nos dejas un vacío que no queremos llenar, un hueco que duele profundamente y que no se puede consolar.

Dios te eligió para algo más grande, algo que solo tú podías hacer. Hoy me queda decirte que te veré pronto… porque fuiste uno de los capítulos más hermosos de mi vida. Mi primer nieto, hijo de mi primer hijo. Me hiciste abuela el 28 de agosto, el Día de los Abuelos. ¿No es increíble la coincidencia?

Gracias por tanto amor, por tantos momentos, por existir en mi vida. Siempre estarás en mi corazón.

Con todo mi amor.

Tu abuela.